sábado, 15 de octubre de 2016

¿Todavía podrán?


Ahora sí que es cuestión de planteárselo seriamente. Lo de sí se puede o no se puede, digo. Ya que, en España, el ejemplo griego ha sido, al tiempo, un palo para los aspirantes, un toque de atención para los esperanzados, una nota a pie de página para los escépticos y un premio gordo para los pancistas que alternan en el poder. También lo advertimos en los menesterosos que han buscado el amparo en los gobiernos de nuevo cuño. Que no es tan fácil como se prevé, o que lo difícil es enfrentarse a la realidad, a la existencia de una oligarquía manipuladora de una democracia títere. Que hablar es más fácil que gobernar.

En carrera


Pues resulta que voy a ser uno de esos imbéciles que le ha dado por salir a correr. Ya sabe, de esos que se calzan unas zapatillas fluorescentes y se lanzan a la calle un par de veces por semana para completar el circuito elegido, entre un amplio abanico de ofertas, a cual más sugerente. Running, lo llaman (en tercera del plural, aquí no me incluyo; hasta ahí podíamos llegar, vamos; disponiendo de la voz española, a santo de qué tirar del vocabulario de la pérfida Albión). Para argumentar los motivos que me llevan a pegarme una paliza de órdago y acabar cansado y sudando como un cerdo, no voy a filosofar acerca de aquello de encontrarse con uno mismo, disfrutar de la soledad de tu mismidad, alcanzar un estado de placer liberador o adentrarte en una catarsis autoreflexiva de superlativa conciencia cósmica, porque eso son memeces. Salgo a correr, porque es un óptimo ejercicio, complemento ideal a una serie de rutinas físicas. Punto. Favorece la circulación sanguínea, armoniza el ritmo cardíaco, fortalece las piernas, activa la musculación troncal y entrena la resistencia. Todo con moderación, oiga. No es cuestión de prepararse para la maratón olímpica. Treinta o cuarenta minutos, máximo, sería lo recomendable. Tampoco soy de los que gustan de la música retumbando en los oídos, ni se obsesionan con el modelito o se consagran a la labor de aglutinar el equipamiento completo, con todas las pijotadas que escupe el mercado, desde la cinta reflectante hasta el cinturón portageles energéticos, pasando por brazaletes variopintos y guantes concebidos para poder manipular la pantalla táctil del móvil. Me conformo con camisetas y pantalones transpirables y zapatillas apropiadas para el terreno, ya que, metido en faena, no es lo mismo, atención, dar zancadas sobre tierra que sobre asfalto. Lo segundo es más dañino, pone a prueba talones, tobillos, rodillas y caderas; el impacto es mayor para gemelos, isquiotibiales y cuádriceps. A este suscribiente, el comienzo de la práctica le regaló una lesión de seis meses, traída tras superar la pertinente inflamación de rodillas, por supuesto. Como manda la ley.

viernes, 7 de octubre de 2016

Presentación en Córdoba (fotos)

Disfrutamos de la presentación de Ni piedad ni perdón en Córdoba.
 
Mi agradecimiento para la Fundación Miguel Castillejo y para la Asociación Cultural Naufragio, por la organización; así como para Antonio García, por su compromiso, y para Sensi Budia, por sus generosas y cariñosas palabras.
 

lunes, 3 de octubre de 2016

Guerra, paciencia, enigma, paradoja

Artículo publicado hoy en Lucenadigital.com:

Cuando tecleo estas líneas, acaba de estallar la guerra civil en el PSOE: diecisiete miembros de su Ejecutiva (héroes, para unos; traidores, para otros) han dimitido. Con cainismo hispano, los socialistas rebelados contra Pedro Sánchez lo han ninguneado y vilipendiado para encumbrar a Susana Díaz (conspiradora en la sombra). Siendo honestos, Sánchez ha cometido el pecado de cumplir (¿a rajatabla y con entusiasta entrega?, sí) las órdenes de su Comité Federal («no es no»)...