Pues
Fernando VII acabó rozando los cuarenta y nueve años. Edad bastante razonable,
para los tiempos y las juergas. Muerto el Rey, tampoco hubo demasiadas
lágrimas. Fue un canalla. Un hijo de la gran puta que destruyó las esperanzas
de una España moderna y decepcionó a los que lucharon y murieron en su nombre.
Sobre todo en Cádiz. Fue un egoísta que se pasó por entre bola y bolo el
sufrimiento de su pueblo.
sábado, 20 de junio de 2015
Historismo constitucional (II)
Somos
porque fuimos. Cuando España era todavía las Españas, se dotó a la nación de un
texto constitucional de última generación. El 4G de la época. Contenía una
relación de derechos individuales, reconocía la soberanía nacional, la división
de poderes y regulaba con detalle las instituciones fundamentales. La crème de
la crème de las Normas Supremas, vaya. Canelita en rama. De virtuoso
pragmatismo, configuraba unas Cortes unicamerales, prescindiendo de un Senado
que a fin de cuentas no serviría de mucho, permitiendo el ahorro de los
contribuyentes.
sábado, 13 de junio de 2015
Lo menos malo
Hace
más de dos años, en esta misma casa, publiqué un artículo titulado «La libertad
y la periodista». Reflexionaba entonces sobre las consecuencias del alzamiento
popular en Egipto y la violación de una periodista en medio de la lucha por la
libertad. Manifestaba, además, mis reservas hacia la clase de libertad que
podría surgir de todo aquello. Cautelas vertebradas al contemplar a una
multitud exigiendo algo que desconocía. O no llegaba a entender. O cada cual
podía entenderlo a su manera.
Predispuestos al destiempo
La
puntualidad se asume con arbitrariedad. Los cinco minutos de cortesía se
convierten en quince minutos de insolencia, rayanos la media hora de plante.
Pero, en última instancia, un plantón no es más que una planta grande que
sombra sólo el ego y la íntima confianza del afectado. El problema viene cuando
el destiempo genera consecuencias irreparables, cuando pretendemos hacer creer
que no podía haberse hecho nada por evitarlas o cuando aprovechamos para
erigirnos en hipócritas paladines de causas ajenas, procurando, cuales cobardes
Pilatos, una declaración de inocencia por parte de la muchedumbre enfurecida,
quien clama, agitando el puño al cielo con indignación, la cabeza de un turco
donde abandonar su sed de justicia —o venganza—. Un mártir distorsionado por la
tendencia hacia la ceguera de la ira, transfigurándolo en porteador de culpas.
lunes, 1 de junio de 2015
Matar a Prim
Artículo publicado hoy en lucenadigital.com:
Es una noche de invierno fría. Los primeros copos de nieve destacan con un brillo tenue en torno a la débil luz de las farolas matritenses. Rondan las siete y media del martes 27 de diciembre de 1870, cuando don Juan Prim y Prats, Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Guerra, accede a la calle del Turco (Marqués de Cubas, hoy) como pasajero en un coche de caballos, acompañado de su ayudante, Nandín, y del jefe de su guardia personal, coronel Moya. Se dirige hacia su residencia en el palacio de Buenavista, sede del Ministerio de Guerra. De improviso, el coche se topa con otros dos cruzados en mitad de la calle...
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