sábado, 26 de julio de 2014

De cine clásico (reflexión cinematográfica)

Pues cada cual puede tener la definición de cine clásico que le plazca. Por lo general, es cine clásico toda producción estrenada hasta el año 1975. No me parece mala definición per se. Lo que ocurre es que parece más una definición que tiende a establecer una delimitación temporal antes que significar un género. Sería como aquellas Edades de la Historia que aprendimos en el colegio. Las obras cinematográficas desde sus comienzos hasta el año 1975 conformarían el cine clásico; hasta 1995, moderno; y hasta la actualidad, contemporáneo. O algo así, más o menos. Entonces, catalogaríamos como clásicas aportaciones magistrales como El Padrino, Parte I y II, Ciudadano Kane, El hombre elefante, Con la muerte en los talones, La ventana indiscreta, Gilda, La huella (1972), El bueno, el feo y el malo, El hombre tranquilo, Hasta que llegó su hora, 12 hombres sin piedad, Testigo de cargo, El gran dictador, El golpe, y un largo etcétera; corriendo el riesgo de incluir, con definición tan berroqueña, bodrios de dimensiones superlativas, que los hubo.

Un naufragio de cine (viejo artículo)

Me encontraba, pues, esta mañana leyendo “Loco afán”, el nuevo poemario de mi amigo y compañero articulista Manuel Guerrero, cuando caí en la cuenta de que no había hablado por aquí del ciclo de cine organizado por la Asociación Cultural “Naufragio”, el cual viene desarrollándose desde octubre, para culminar en enero. Y usted se preguntará, claro, a qué demonios viene tamaña relación de ideas y confusión de artes. Comprenderá, si le descubro —o le recuerdo— que Manolo es el Director Ejecutivo de la mencionada asociación. Dilucidado el asunto, sigo. Explotando en mi memoria el desliz, decía, aprovecho un descanso en mi apasionante lectura y atiendo a las palabras de poeta, quien versifica: «¿Por qué no escribes?».

Viejas amistades (y II) (viejo artículo)

En la calle, Ramona asegura los cierres del establecimiento, mientras sostengo a Tito con firmeza. Al concluir, ella amaga con devolverme la chaqueta —aún la lleva sobre sus hombros—, inmediatamente declino la restitución. El fresco es incómodo, e insisto en que la conserve puesta. Entonces, me mira con esos ojos color miel, de esa forma tan peculiar que solo saben hacerlo las mujeres en esos momentos en los cuales no necesitan hablar, ni quieren hacerlo; en los que debes interpretar y puedes hacerlo porque con una mirada lo dicen todo. Todo lo que desean o lo que desdeñan. Todo lo que anhelan o lo que exasperan. Todo lo que aman o lo que odian. En este momento, la de Ramona, es una mirada de interés, una invitación directa a compartir el resto de la noche.

sábado, 19 de julio de 2014

Viejas amistades (I) (viejo artículo)

Hace ya muchos años aprendí, como suelen aprenderse estas cosas, que a un amigo no se le puede cambian, ni juzgar. Es admisible la reconvención, el consejo y la discrepancia, por supuesto; pero no más. A partir de ahí, no queda sino apechugar, permanecer a su lado y colaborar, en lo posible, en el desquite. Venga de quien venga. Y de donde venga. A unas malas siempre se dispone la opción del abandono. Aunque, en estos casos, habrá que entender que nunca existió amistad alguna. Que las experiencias tan solo serían apariencias distorsionadas de la realidad. A los amigos hay que aceptarlos tal como llegan, sea por elección, casualidad o suerte —o desgracia—. No vale aquello de que cada palo aguante su vela, y maricón el último, o sea. Lo bueno es que, pasado el tiempo, el alto grado de conocimiento deja al margen la posibilidad del imprevisto. Si bien, todo tiene sus reglas, sus normas. Y, conforme a tales, sus límites y excepciones. Tampoco es cuestión —no vayamos a sacar las cosas de quicio— de llegar al extremo de la niñería y la estupidez.

Simpáticas gilipolleces (viejo artículo)

Se me permitirá en este artículo recopilar un número determinado de creaciones humanas a través de las cuales será de una facilidad pasmosa apreciar hasta dónde es capaz de llegar la tontería, entendiéndose ésta por su alto grado de inutilidad y por el notable desperdicio de ingenio, talento, manufacturación y tiempo. Porque la invención humana, en ocasiones, se ha visto sobrepasada por una gilipollez innata a nuestra especie, que nos ha conducido a confundir la ineficiencia con la creatividad. Aunque, pudiendo ser relegadas sin excesivo riesgo al género de lo prescindible, no por ello dejan de provocar una amable sonrisa. Pero me dejo ya de prolegómenos y paso al listado.

martes, 1 de julio de 2014

La Oficina Pro Cautivos (artículo)

Artículo publicado hoy en lucenadigital.com:

El español de bien no es dado a alabar gestas patrias. Quizá porque, de natural rencoroso y envidioso, se siente incómodo entre algarabías por laureles ajenos. Por eso, quisiera teclear unas palabras en homenaje a una hazaña memorable, en el centenario de la Primera Guerra Mundial, previendo el posible olvido...